sábado, diciembre 06, 2008

Zeus Munive, Periodista, exsubdirector de Cambio; editor en jefe de 360 Grados

En esto creo

Elisa Vega Jiménez


Siempre pensé que los mejores periodistas tenían que haber pasado por Cambio. Cambio ha cumplido una función social histórica: fue el periódico del debate cuando los años duros en la UAP; muchas plumas muy buenas han pasado por Cambio: Carlo Pini, Mario Alberto Mejía, Rodolfo Ruiz —que me parece un muy buen periodista, aunque lo critico como director—, Alejandro Mondragón; las mejores crónicas en Puebla, aparte de las de Mario Alberto Mejía, son las de Sergio Mastretta.

Nos convertimos en la nave de los locos, parecíamos escopeta vieja disparando pa’ todos lados: mientras en los demás medios hubo una implosión —digo implosión, porque todo mundo se guardó lo que pensaba sobre el caso Lydia Cacho—, nosotros lo expresamos a tal nivel que ya no medíamos ni siquiera las consecuencias. Fue un buen ejercicio, una buena experiencia, ¿que si lo volvería a hacer?, sería más inteligente, más cuidadoso.
Arturo tiene una virtud: si bien no es periodista como tal, es un tipo que tiene olfato, que está preparado y que sabe medir las cosas. De repente comete algunos excesos, y hay cosas en las que no coincido, pero me parece un buen periódico, es el único que mantiene una línea más crítica, y tiene a los mejores reporteros de Puebla: Selene Ríos, Edmundo Velázquez, Arturo Rueda…

Nunca tocamos a Enrique Doger como a Marín. Y no sé si el periódico sea de Doger; me queda claro que es de Beto Ventosa y Nacho Mier. Dice Enrique Núñez que Beto ya no, pero en el caso concreto de Nacho, pues él sigue militando en el dogerismo.

Cambio fue la experiencia periodística donde aprendí lo que se debe y lo que no se debe hacer. Sí: un periodismo crítico, no: perderse en la locura. Ya parecía que se había hecho la campaña en contra del Gobierno del estado. Ya hasta uno le daba hueva “¿ahora a quién vamos a madrear?”, no, pues otra vez a Marín, y decíamos “bueno, ¡ya!”. No porque se lo merezca o no, sino porque periodísticamente agotamos esa instancia.

Se me acusó de haber extorsionado a Eduardo Rivera con un millón de pesos, cuando yo únicamente le hice una entrevista porque una de sus constructoras había sido inhabilitada en Guerrero. La entrevista fue por teléfono, y de hecho él me trató muy bien. A mí me dijo Arturo Rueda que se lo dijo a su vez López Zavala, que había sido una orden de Javier García Ramírez. A penas alguien me dijo que fue un abogado el que sugirió a Eduardo Rivera haber participado en esta demanda. Personalmente entiendo que fue parte del inicio del sexenio, así se marcó este sexenio.

Nos sentíamos poderosos, invencibles y a lo mejor lo fuimos, pero con el paso del tiempo pienso, pudimos habernos dedicado a hacer otro tipo de reportajes, que también tienen un valor.

Nunca había estado en un medio que se enfrentara tan directamente con el gobierno. Personalmente, jamás volvería a participar en una denuncia como la que se hizo contra el gobernador. A lo mejor me pueden acusar de tibio, pero más bien es un asunto de mayor inteligencia. Ahí fue donde los reporteros perdimos la brújula.

Hay dos o tres periodistas que van a hacer la diferencia en un futuro, y espero que no se contaminen como yo ya me contaminé.

Tuve que decir: “Valentín, perdóname”, que además fue muy denigrante para mí. Alguna vez, Valentín Meneses se quejó, recibió una denuncia por parte del constructor Eduardo Rivera; hubo una jalada porque no pusimos un llamado de Marín en portada, y Valentín, como nena, corriendo —no sé si pidió mi cabeza— pero chillaba y todo, y Arturo Rueda me dijo “habla con Valentín” —todavía no pasaba el escándalo Lydia Cacho—. Y Personalmente no tenía nada en contra de Valentín, pero me parecía que sí era un exceso.

El periodismo poblano es de autoconsumo: no va más allá de lo que le interesa a los directores y a los dueños de los medios, y a lo que le gusta escuchar a los hombres del poder; no está atento a lo que quieren leer y escuchar los ciudadanos; no se le da continuidad a la información. Leo cabezas que no me interesan, que no les entiendo, que no están hechas para mí, ciudadano.

Lamentablemente ya no hay visiones rebeldes en el periodismo.

La columna debe ofrecer un escenario de lo que va a ocurrir y una explicación distinta de lo que está ocurriendo. Necesitas la columna para tratar de entender qué es lo que está pensando fulano o zutano, para leer lo que no me pudiste dar en la nota —porque muchas veces se trata de información extraoficial—, y que me abra más el panorama, que me ayude a pensar y a razonar, porque finalmente la información sirve para crecer y tomar decisiones, para lograr una sociedad más desarrollada.

La revista 360 Grados ha sido para mí una experiencia nueva, es única en su género en Puebla. Básicamente estoy enfocado a fortalecerla; esa fue otra de las razones para mi salida de Cambio.
La verdad estoy curado, pero no de Cambio, estoy en un asunto de desintoxicarme del diarismo, que la verdad me agotó mucho. No es que no me guste, me apasiona, pero no es mi hit ya. Más adelante no lo sé.

Yo no soy políticamente correcto: ni manejo un lenguaje político y sí soy muy incorrecto.
Ignacio Mier pidió mi cabeza porque una vez hablé bien de Enrique Agüera y de Blanca Alcalá y no mencioné a Doger. La verdad, también por Nacho Mier me salí de Cambio. No coincido con él, con Rueda sí, a Rueda lo respeto, pero a Nacho Mier, no.

Cambio a mí me dejó muy buenas experiencias. Sé que actualmente a algunas personas del gobierno no les caigo por mi pasado en Cambio —que si bien, a veces duele saberlo, también te da orgullo—. Por lo menos no fui un pendejo o un equis.

Me cansé de ser el perro de caza de otros, porque asumes guerras que no son las tuyas: finalmente yo no tengo guerra contra Zavala como la tiene Cambio, como la tiene Nacho, como la tiene Manuel Cuadras, como la tiene Roberto Desachy, como la tiene Edmundo Dantés. Personalmente, Zavala me puede caer bien me puede caer mal. Por eso no me gusta que un político esté detrás de un medio de comunicación.


¿Miedo?, claro, soy humano y se me arruga el cuerpo. Hubo momentos de mucha tensión, difíciles, por eso creo que fue una buena experiencia.

Actualmente está tan pervertida la información en Puebla que ser columnista es como ser músico de conservatorio y salir a tocar cumbias a los salones sociales o a la feria.


Arturo es alguien a quien respeto, y quiero; alguna vez hasta fuimos cómplices periodísticamente y amistosamente hablando. Si te digo que la decisión de irme a Cambio la tomé en un tabledance, ya te imaginarás nuestro nivel de complicidad —en muy buenos términos— y estoy orgulloso de ello.

Mi lucha, en la preparatoria, era conquistar a una mujer y tener por primera vez una relación sexual, esa era mi lucha, y mi frustración por no conseguirlo, por ser un freak. Yo quería ser rico y poderoso, no estar pensando en el Ché Guevara o en el 68; ya luego entré aquí, y como trabajé con algunos, de pronto le hice a la faramalla, digo, sí me interesa la vida del Ché pero no quiero ser como él, qué hueva, yo prefiero estar felizmente casado, una buena vieja y unos buenos hijos, disfrutar mi vida y seguirme levantando, desayunando frijoles, seguir enamorándome y seguir leyendo Cambio, que si ya cumplió 30 años, que cumpla otros 30.

http://www.diariocambio.com.mx/2008/diciembre/especial/051208_evj_esp_zeus_munive.htm


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