PÍDANLA A SU VOCEADOR
REVISTA EMEEQUIS, 23 DE OCTUBRE DE 2006 EDICIÓN ESPECIAL No. 38-39
Si usted pensaba que todo lo que había visto, leído o escuchado acerca del empresario poblano Kamel Nacif Borge era suficiente para conocer los alcances de su poder, estaba equivocado. Basta echarle un vistazo a las mil 824 páginas del expediente en el que su esposa, Irma Ludivina Benavides, le demanda el divorcio para saber que la historia completa del Rey de la Mezclilla va más allá de lo imaginado.
En esas páginas hay una radiografía detallada de su riqueza: más de 2,600 millones de pesos en propiedades y cuando menos 13 cuentas abiertas en bancos nacionales y del extranjero.
De su violencia: “Estás loca hija de tu chingada, tú no tienes
más derecho que el de morirte, así es que ahorita te va
a llevar la chingada porque te voy a matar”.
De sus placeres: posee un yate Azimut 85 de 26.5 metros de eslora
con valor de tres millones de euros, dos helicópteros y un avión Hawker.
De su pasión por el juego: “Cada vez que acude al casino
del hotel Caesar’s Palace deposita para apostar de
dos a tres millones de dólares del banco Coutts USA”.
De la prosperidad de las empresas del amigo y protector del
pederasta confeso Jean Succar Kuri: es el mayor maquilador en el mundo de pantalones de mezclilla para las marcas Calvin Klein, Gap, Tommy Hilfiger, Express (The Limited).
De la admiración que le profesa la clase política mexicana:
“Es un empresario ejemplar”, llegó a decir de él Vicente Fox.
Esta es la historia completa de Kamel, la que está en
su expediente de divorcio, cuya copia obtuvo emeequis.
Por Jacinto Rodríguez Munguía
jrmunguia@eme-equis.com.mx
Ilustración José Quintero
“Me has hecho un monstruo…”, arrojó Kamel Nacif, lleno de rencor, a la periodista Lydia Cacho cuando la tuvo frente a sí. Era el jueves 1 de octubre de 2006 cuando se hizo un careo en el juzgado 1 de Cancún, que lleva la causa por la presunta difamación que atribuye a Cacho. “Me has hecho un monstruo con tus mentiras”, insistió el empresario.
A decir verdad, hacia algún tiempo que Kamel Nacif había venido construyendo una imagen de monstruo. La había alimentado con sus palabras, con sus relaciones, con su ostentación, con sus grotescas relaciones con hombres de poder.
Sólo es cuestión de mirar, una a una, las 1,824 páginas del expediente completo de divorcio donde constan sus palabras, sus pasiones, sus atropellos, su violencia y su debilidad por el juego de azar.
Son 1,824 hojas en las que se delinea el retrato hablado de este hombre llamado Kamel Nacif, el personaje de las llamadas públicas con hombres públicos, con políticos, empresarios, periodistas.
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Esa y otras llamadas serían su perdición. Bravucón como siempre, un día públicamente pidió perdón por su lenguaje, sus groserías y culpó a Irma Benavides, su esposa, de haber grabado las cientos de conversaciones que cotidianamente se han filtrado a los medios de comunicación, particularmente a los electrónicos.
La esposa no solamente negó esa acusación, sino que además denunció a Kamel Nacif de haberla amenazado de muerte.
La historia del divorcio es la otra cara de la vida de Kamel, la que tanto él como su esposa han puesto en la vitrina, sujeta al escrutinio público. Ahí pueden encontrarse claves de la historia completa de la vida de Kamel.
En las casi dos mil hojas del expediente, al menos dos son las piezas clave para el desenlace de este juicio hecho público por él mismo: uno, la supuesta firma de Irma Benavides aceptando el divorcio y la separación de bienes; y dos, la información solicitada por las autoridades mexicanas al hotel Caesar’s Palace, en Las Vegas, sobre las visitas y el dinero que derrochaba Nacif Borge.
Irma Benavides demanda el divorcio con un argumento central: Kamel Nacif se estaba perdiendo en el juego y con ello estaba llevando a la ruina las propiedades de la familia y de paso, destruyendo la relación familiar. Con esa demanda de divorcio, ella pretende quedarse con una parte de los bienes, aproximadamente 50 millones de dólares, toda vez que la unión civil quedó bajo el régimen de sociedad conyugal.
Pero Kamel Nacif dice que no ha lugar a ello. Sus abogados argumentan que, por acuerdo mutuo, la pareja había decidido separarse y con ello, deshacer la unión conyugal y de facto la separación de bienes. Por lo tanto, no tendría que darle un centavo.
En este alegato se ha atorado el proceso, que lleva ya más de cuatro años en los tribunales.
A pesar de haber vivido en unión libre varios años, Kamel Nacif e Irma Benavides deciden contraer matrimonio por la vía legal el 9 de noviembre de 1977. Para entonces la primera hija, Lorena, tenía diez años; estaba por nacer Rosa Lisette, y seis años después, en 1983, nacería el último hijo de la pareja, Jamil. Hasta ahí todo parecía ir bien.
De acuerdo con el expediente 165/2002, Irma Benavides presenta el 10 de julio de 2001 la demanda de divorcio necesario. El argumento central de tal petición es que la relación había alcanzado niveles graves de deterioro debido a la adicción al juego que había adquirido Kamel Nacif.
Este es el perfil que hace la misma esposa:
“El demandado nos abandonó debido a las constantes desavenencias que teníamos a causa de que habitualmente apostaba grandes cantidades de dinero en juegos de azar, para irse a residir tanto con sus padres, en Huixquilucan, Estado de México, o bien a la casa de Edgar Allan Poe en Polanco…
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