CRONICAS PEDERASTAS III
Por Rafael Aceituno
UNA INDUSTRIA SILENCIOSA: LA TELARAÑA GLOBAL
La prostitución infantil es una industria expansiva, silenciosa y eficaz. Funciona bajo el principio lógico de una telaraña: cada hilo comunica, une y apoya a otras áreas del crimen establecido.
Está organizada regionalmente. Sigue el modelo operativo de los Cárteles. Únicamente es superada en importancia económica por dos grandes actividades: narcotráfico y robo de automóviles.
Tiene un rasgo distintivo: es violenta hacia adentro, pero pacífica hacia fuera. Destruye a sus miembros sin lesionar directamente al conjunto social. Esto le ha permitido quedar al margen de los reflectores publicitarios.
Expertos en Seguridad Nacional estiman que produce cuatrocientos millones de dólares al año, solamente en México. Su tasa de crecimiento resulta impactante: nueve por ciento anual.
Agentes de inteligencia militar consideran que la prostitución infantil organizada genera un millón de empleos indirectos. Afirman: 80 mil menores de dieciocho años trabajan en ella.
La palanca que mueve, orienta, controla y regula esta potente maquinaria financiera se encuentra en manos de tres familias diseminadas a lo largo y ancho del territorio mexicano.
EL MAPA DEL PLACER: LOS JEFES DE TODOS LOS JEFES
La República Mexicana se divide en tres zonas geográficas desde las cuales se administra el negocio de la prostitución infantil: norte, pacífico y centro. Estas, dibujan el mapa del placer jurídicamente ilícito.
Zona norte: la familia Ortiz.
Abarca los estados de Chihuahua, Coahuila, Sonora, Tamaulipas y Baja California. Sin duda, el territorio más lucrativo de la industria. Produce aproximadamente el 40 por ciento de las ganancias totales.
Es dirigida con puño de hierro por un hombre astuto e implacable: Manuel Ortiz. Tiene 58 años. Utiliza los siguientes alias: Guillermo Vázquez, Aurelio Santiago, Jorge Díaz, Pedro López y Eduardo Olivares.
Discreto, austero, enemigo de las ostentaciones, aprendió a coexistir en paz mediante alianzas estratégicas con los hermanos Arellano Félix. Juntos, desarrollaron un binomio perfecto: sexo y drogas.
Bajo su mando se encuentra un pequeño ejército compacto y unido que incluye sicarios, administradores de empresas, contadores, abogados, enganchadores, lenones y policías en activo.
Mantiene nexos estrechos con las familias Simone, Brown, Yan, Witzlosky y San Vicente: reyes absolutos de la prostitución en Nevada, Texas, Atlanta, Colorado, Hawai, Florida, Illinois y California.
Zona pacífico: el paraíso de El Enano.
Comienza en Sinaloa. Se extiende por Jalisco, Guerrero, Oaxaca y Chiapas hasta llegar al caribe. Aquí están localizadas las joyas más preciadas del comercio sexual infantil: Acapulco y Cancún.
El jefe del territorio es José Noriega, alias El Enano. Nació en Belice. Emigró a México siendo adolescente. Perteneció al Cártel guatemalteco que controlaba el almacenamiento de drogas en Quetzaltenango.
Sus principales vínculos y relaciones profesionales están orientados hacia Centroamérica. Especialmente, pueden ubicarse en tres países emblemáticos: Costa Rica, Honduras y Panamá.
Se le considera pionero del turismo sexual en las costas mexicanas. Posee lugares construidos expresamente para ello. Las ubicaciones: Mazatlán, Cancún, Huatulco, Puerto Vallarta, Zihuatanejo y Acapulco.
En 1998 produjo una película de circulación restringida que dio la vuelta al mundo: Agua Roja. El filme muestra la violación masiva que sufren dos niñas de 10 años. Por último, mueren degolladas realmente.
Zona centro: el grupo de Juan Talavera.
Tiene una característica singular: ser el espacio geográfico más pequeño dedicado a la prostitución infantil. Pero al mismo tiempo constituye la franja elitista del negocio gracias al peso político de sus clientes habituales.
Banqueros, empresarios, miembros de la clase gobernante, intelectuales, clérigos, artistas y, a principio de los años noventa un premio Nóbel, están registrados en una exclusiva lista de usuarios.
La zona centro incluye dos entidades del país: Distrito Federal y Estado de México. Aquí, el intercambio sexual se realiza en lugares ultra discretos y a domicilio. Excepciones notorias: el barrio de La Merced.
El capo de todos los capos se llama Juan Talavera. Utiliza múltiples alias y cambia constantemente de residencia. Empezó su carrera trabajando para el narcotraficante Manuel Salcido Unzueta.
Ha tejido sólidos lazos con las familias Coral y Nakamura: príncipes del negocio sexual en Manila, Filipinas y Osaka, Japón cuyos modelos empresariales importó exitosamente a México.
Su fuerza, eficiencia y seguridad radica en un hecho: haber proporcionado sistemáticamente durante varios años información privilegiada a los servicios de inteligencia militar.
Por conducto de este hombre, el Ejército pudo elaborar pacientemente un gigantesco dossier que muestra el lado oscuro y perverso de los hombres más influyentes de la República Mexicana.
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