CON AMOR PARA LOS DEL RIP
A LOS QUE ACUDIERON AL LLAMADO DEL CAPO MARRANO MARRANÍN, A LA UNIFICACIÓN DEL RIP, AQUI ESTÁ LA CRÓNICA DE LO ANACRÓNICO.
Vitorean a Marín en el consejo político del PRI
La prórroga del elogio cachondón priista mimetizó cualquier barrunto disidente
Mario Martell
La Puebla revolucionaria vitoreó al primer priista del estado Mario Marín Torres quien se habló de tú a tú con la Puebla revolucionaria en el salón La Pastora del Centro de Convenciones.
El diálogo terapéutico —entre la base, así se dice y se concibe al sujeto o cliente de la terapia y el primer priista del estado—, algo así como un verdadero Lacan tricolor de Nativitas Cuautempan rejuveneció al expartidazo.
La prórroga del elogio cachondón priista mimetizó cualquier barrunto disidente y los aspavientos de la democracia quedaron en amagos.
Vale la pena citar los rostros complacidos y revitalizados —spa de por medio— del priismo de primerísima generación (sobra decir que por ser tan primerísimo es a su vez premoderno) que ni tardo ni perezoso sucumbió a la tentación del culto minimalista y lounge para regalarle al primer priista del estado su kit de culto a la personalidad y liderazgo (estruendoso aplauso, aplausos incluidos, con spots y estudios de mercado) uni personal.
Con aclamaciones bonsái y aplausos liliputenses (un real homenaje a Graham Swift) pero eso sí llenos de entusiasmo y con un vibrato old fashioned el priismo poblano se auto-elogió, se aplaudió, se magnificó, se ilusionó y hasta decidió abrir su proceso de renovación a la dirigencia estatal para los próximos cuatro años.
La burbuja guardó las formas.
Y de paso a cualquier atisbo democrático le dio sus coscorrones.
Silerio Esparza, un verdadero maoísta
El PRI mantuvo sus viejas formas. Idéntico. Como en los tiempos del avilacamachismo clásico pero en plena modernidad democrática el PRI poblano simuló lo inevitable y prometió lo imposible.
La democracia a mano alzada se impuso. Esa misma democracia practicada por el nacionalista revolucionario Andrés Manuel López Obrador en el zócalo de la ciudad de México ante las multitudes fue la que el PRI poblano (jurásico y premoderno, la premodernidad es insistente y anonada) ocupó para ratificar la agenda de la sesión extraordinaria del consejo político.
Hidratado por los discursos del primer priista del estado y del delegado político Maximiliano Silerio Esparza no hubo momento alguno para la reflexión cautelosa; no existió espacio para la autocrítica —vamos que no es mucho pedir— ni tampoco la infidelidad del voto en contra.
Gracias a Dios el PRI poblano (lo que sea, la burbuja marinista, la burbuja marinista ampliada, la pipitilla marinista, etc.) demostró su desprecio por los tiempos históricos.
Los priistas actuaron inspirados en el líder revolucionario Mao-Tse Tung.
El delegado político no habló de los tigres de papel del imperialismo pero eso sí habló de los triunfos inexorables que le esperan al PRI.
El primer priista del estado —como si anunciara la revolución cultural— dijo que la estructura del PRI le permitiría al tricolor ganar las elecciones de los años siguientes, pero faltó añadir, y por toda la eternidad.
Que viva el PRI
Sin salirse en ningún momento del guión, el máximo órgano de dirección del partido que se ubica en el tercer lugar de las preferencias electorales en el país simplemente ratificó lo esperado: el inicio de la renovación de la dirigencia del PRI en Puebla.
En el salón la Pastora el consejo político estatal celebró su sesión extraordinaria para lo que algunos priistas de viejo cuño denominan, la maquillada renovación de la presidencia estatal del PRI.
La reunión permitió el regreso del gobernador Mario Marín Torres a los actos priistas ante la ausencia notable —vamos muy visible— del alcalde Enrique Doger Guerrero que en su lugar envió al secretario del ayuntamiento Ignacio Mier Velasco.
El desdén dogerista contrastó con el control que los marinistas tuvieron del acto.
Es decir, el viejo PRI, el de las corrientes, los grupos, las expresiones, etcétera fue reducido a la hegemonía didáctica de la corte marinista.
El mandatario estatal aprovechó el foro para devolverle —a medias, sin energía, con pocos argumentos, entre el bostezo y la esperanza— a los priistas-marinistas su esperanza en el futuro de su gobierno, en el futuro del proyecto marinista y en el futuro del PRI en Puebla
Ahí, recibió el apoyo de la militancia de su partido.
Claro, tres ovaciones y un grito aislado de “Marín” bastaron para dotar al grupo hegemónico y burbujeante de nuevos ánimos en su Victory tour.
Pero lo que pudo ser —en un hubiera imposible— la oportunidad para que los militantes del expartidazo realizaran un diagnóstico y discusión sobre su fracaso en la elección de julio pasado fue borrada por la intervención del delegado político del CEN, Maximiliano Silerio Esparza.
Con precisión y seguridad —aquella proveniente del dogmatismo futurista— Silerio Esparza pidió ya no fijarse en el pasado sino mirar hacia delante.
Fue inevitable la referencia veto-testamentaria de las estatuas de sal en la huída de la familia de Lot de Sodoma y Gomorra.
La imploración del delegado político del CEN del PRI fue exitosa. Nadie tuvo una palabra de duelo por la debacle del expartidazo; nadie esbozó una palabra más allá del discurso oficial del delegado Maximiliano Silerio Esparza.
El delegado fue más allá. Avizoró para los priistas triunfos en el 2007, en el 2009 y en el 2011 en Puebla.
Los castos oídos de los priistas de nueva generación (Darío Carmona, Javier García Ramírez, Pericles Olivares Flores, Javier López Zavala, Mario Montero Serrano, etcétera), de los dinos melquiadistas —Ernesto Echeguren, Chucho Morales y su hermano Melquiades Morales Flores— y hasta los marinistas de la segunda, tercera, cuarta y enésima burbuja escucharon la defensa que el mandatario estatal realizó de su gestión.
“Día a día Mario Marín lleva por todos lados del estado el mensaje de armonía y unidad que requieren los poblanos para salir adelante.”
El mandatario añadió a su dictum ideológico la novedad de que los priistas —whatever it means en el México postpriista— están apegados a la legalidad y a la cultura de la legalidad.
Por lo menos, esta vez no aparecieron en el discurso estatal los viejos nombres consabidos de los próceres; el impulso revolucionario bastó para que el consejo político iniciara la llegada de Valentín Meneses —compañero de generación de Mario Marín Torres en la UAP— a la dirigencia tricolor.
Sin duda, la burbuja marinista guardó las formas. Pero el poder no está dispuesto a soltarlo.
Nota aquí.
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