jueves, septiembre 28, 2006

LOS PERROS DEL PRECIOSO

Por el Gober Precioso

En su Quinta Columna de hoy, Mario Alberto Mejía le responde contundentemente al infeliz engendro de la mixteca:

Los Rencores de Marín.

El gobernador Mario Marín Torres rompió ayer la delgadísima tela que separa la tolerancia de la intolerancia en materia de prensa.

Y es que su versión de que los conductores del programa radiofónico La Quintacolumna —Arturo Rueda y el que escribe— lo han perseguido, lo han hostilizado, lo han atacado de manera cotidiana y por consigna revela los fantasmas que lo han venido cercando desde hace ya muchos años.

¿En qué momento empezó Marín a odiar a los periodistas críticos?

¿En qué momento le brotaron las fobias y los complejos?

¿En qué momento comenzó a llamarlos “perros”?

Bien se lo dijo a Kamel Nacif en la muy traída —y negada— conversación sobre la periodista Lydia Cacho:

“Pues ya ayer le acabé de darle un pinche coscorrón a esta vieja cabrona. Le dije que aquí en Puebla se respeta la ley y no hay impunidad y quien comete un delito se llama delincuente. Y que no se quiera hacer la víctima y no quiera estar aprovechando para hacerse publicidad. Ya le mandé un mensaje a ver cómo nos contesta. Pero es que nos ha estado jode y jode, así que se lleve su coscorrón y que aprendan otros y otras”.

La voz de Marín suena ligeramente turbia en la grabación difundida por La Jornada, entre otros medios, pero no porque haya sido “truqueada” —como lo dijo el “experto” Mattern—, sino porque, al decir de algunos de sus funcionarios, el gobernador traía sus copas en el momento de la charla con el empresario de origen libanés.
Se entiende por qué estaba envalentonado.

(Esa misma voz —la voz ligeramente turbia— aparece, por cierto, en una charla en la que Marín platica en otro tono con la señorita Jessica Zamitis… o Miss Carnitas… Pero ésa es otra historia).

Horas después de hablar con el muy “alegre” góber, el empresario habla con Luis Ángel Casas Arellano, “Casitas”.

El tema no podía ser otro: Lydia Cacho y los “perros” periodistas:

“—Claro, el góber está en contra de estos perros —dice Kamel.

“—Yo la vez que platiqué estaba en contra de todos. Así es que esperemos que así sea —dice con su voz temblorosa el citado personaje.

“—'tá bien, Casitas —dice Kamel antes de colgar.

Perros.

Para el gobernador los periodistas son perros.

Solamente eso: perros.

Perros oscuros que sólo buscan morder.

Perros que se sienten Dios. (¿Cómo osan?)

Perros que bailan al son que les toque el gobernador.

Perros a los que hay que patear y encerrar porque no entienden el concepto de la “crítica positiva”.

O como diría el mismísimo gobernador: “se sienten Dios en el poder”.

Qué curioso.

Sus palabras lo retratan.

¿O no podrían aplicársele sus propias palabras?

“En Puebla no se van a tolerar las mentiras y las injurias”.

Las mentiras y las injurias.

¿Quién dijo que su voz no es su voz cuando sí es su voz?

¿Quién injurió a Lydia Cacho y a todas las mujeres a través de ella?

¿Quién le cree a Marín cuando ayer le dijo al periodista Jesús Manuel Hernández que siempre ha sido respetuoso de la prensa, que jamás ha perseguido a nadie, que la censura no está en su vocabulario.

Todos los reporteros de la fuente gubernamental pueden dar testimonio de las majaderías a las que recurre nuestro personaje cuando huye de las grabadoras.

Su gesto de fastidio —ese gesto que no lo deja desde el 14 de febrero— lo dice todo.

Y cuando habla con los dueños de los medios siempre saca a colación su irritación con tal o cual reportero.

Bien lo contó ayer en su Freaks el periodista Zeus Munive:

—¿Dónde está ese pendejo? —dice Zeus que le dijo Marín a Fernando Canales en referencia a Alejandro Rodríguez, quien había dado a conocer una imprudente aseveración de aquél.

—Tranquilo, candidato, tranquilo —lo calmó Canales.

—¿Dónde está tu pinche muchachito? Le vengo a romper lamadre al cabrón. ¿Quiere madrazos? Madrazos va a tener.

La palabra fobia persigue a Marín desde que ingresó a la política.

Y no la disimula.

Kamel se lo dice al reportero Andrés Becerril en una de esas conversaciones difundidas por La Jornada:

“No, que chingue su madre. ¿Sabes qué me dijo el gobernador? Que vengan unos pinches periodistas y que les diga que en el estado de Puebla no se van a tolerar las mentiras y las injurias. Tiene huevos, ¿eh? La trae contra los pinches periodistas”.

Y no lo disimula.

El quintacolumnista ha vivido en varios momentos la furia del hombre de Nativitas Cuautempan.

Un ejemplo para remover el pesimismo:

Marín era candidato a la presidencia municipal y dueño, también, de un lunar en la frente.

De pronto, un espectacular ubicado en el bulevar Atlixco mostró su rostro blanqueado sin el lunar.

El que esto escribe pensó que se lo había operado.

Nada que ver.

El lunar seguía en su sitio.

Al día siguiente publiqué en El Universal de Puebla la crónica del incidente con dos imágenes: Marín con lunar y Marín sin lunar.

(Una mano sagaz le borró en la computadora lo que Dios le había dado).

Ya se imaginará el lector la bilis derramada.

Pasó el tiempo.

Marín ganó las elecciones y se desapareció unos días.

El quintacolumnista se enteró de la verdad: harto de su lunar, había decidido operárselo.

La noticia la publiqué en Cambio.

Y concluí: “La ciencia por fin hizo lo que la cibernética intentó”.

(De ahí viene el gusto del gobernador por los montajes).

La furia no tardó en aparecer a través de varios medios.

Pero se guardó los coscorrones.

Ya como gobernador se cobró las afrentas a través de dos denuncias singulares en mi contra.

Sigue presente la anécdota que me contó un miembro del gabinete:

Estaban los secretarios de despacho con Marín en una residencia en Atlixco.

De pronto, con la voz ligeramente turbia —la voz de Kamel y de Miss Carnitas— le dijo a la procuradora delante de todos:

“Procuradora de hierro, ¡ahí le encargo al hijo de la chingada de Mario Alberto Mejía! ¡Lo quiero ver en la cárcel!”.

Ayer, después de lo Marín dijo con Jesús Manuel Hernández, el que esto escribe y Arturo Rueda determinamos ampararnos de diversas maneras de la furia de este hombre que tiene como costumbre utilizar el poder para amedrentar a los periodistas.

Y es que su mirada y su voz lo dicen todo.

Entendimos el mensaje, señor gobernador.

Precioso, eres un asco, un vil desecho humano, un remedo de hombre. Regrésate a pastar vacas a Nativitas, de donde nunca debiste salir.

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