martes, febrero 21, 2006

MAZMORRAS POBLANAS

Por Federico Reyes Heroles

"Esto que me han hecho es una vil infamia, pero no solamente a Mario Marín, es una calumnia vil de intereses ajenos a Puebla". No lo creerá el lector, pero resulta que el argumento de defensa del todavía gobernador Marín se centra en ¡una conspiración contra los poblanos! Nada explica el señor Marín de las acciones de abuso de poder que llevaron a detener a la periodista Lydia Cacho en Quintana Roo. Nada tampoco sobre la idea de un "coscorrón" consistente en violar sus garantías individuales, nada de los maltratos, amedrentamientos y amenazas a la profesionista. Nada sobre la extraña celeridad del Ministerio Público y del propio Poder Judicial. En la mejor tradición de sátrapas como Leónidas Trujillo en Dominicana, el dictadorzuelo de Puebla le ofrece a su amigo un escarmiento a la atrevida periodista.

Quieres bajarte, cuentan que le decían los judiciales en el largo trayecto, más de 20 horas, de Cancún a Puebla, sobre todo en los tramos con costa al lado, quieres nadar, qué bueno porque aquí se han ahogado muchas hijas de ... como tú. Juegos de pistolas en su cara, conatos de golpes para llevarla a un reclusorio donde ya le tenían preparada una celda "especial" para que sufriera todo tipo de agresiones sexuales. Ésos son los "coscorrones" de Marín, sus desplantes de fuerza para que se reconozca su autoridad.

"Que no provoquen a los campesinos que tanto quiero y por los que tanto trabajo, que no provoquen a los hombres y mujeres que creen en mí, que no provoquen ni molesten a mis queridos abuelitos y abuelitas y a las personas con discapacidad que tanto necesitan de mí". El "gober precioso" saca lo mejor de su concepción política. Señalar la violación de la ley es provocar a los poblanos, romper la "Pax Poblana" en que, ni modo, de pronto hay que actuar con energía, no importa que se pisoteen los derechos individuales de una persona y se atente contra la libertad de expresión de todos los mexicanos. Por favor, déjense de intrigas palaciegas que los abuelitos de Puebla están dormidos. Marín ofende a los poblanos a los que pinta como seres que necesitan y quieren tanto a su gobernador, el insustituible, que están dispuestos a callarse sus truculencias. Que no provoquen a los poblanos, dice el gobernador, a los campesinos y mujeres y jóvenes porque si no... Y allí se detiene la amenaza. Habría que preguntarle: no provoquen, porque si no qué.

El argumento no ha terminado, el "gober precioso" trae atrás el mitin del sábado por la noche que le permitió ratificar su "fuerza popular". Envalentonado se lanza a pulir sus argumentaciones: "Que nadie se confunda, Mario Marín es un hijo del pueblo, es una gente que viene de abajo, a base de esfuerzo y trabajo, y nadie nos va a quitar; el único que me puede quitar es mi (subrayado mío) pueblo, el que votó por mí" ¡Fantástico! El señor Marín invoca un fuero especial para los que "vienen de abajo" para ellos no existe la aplicación llana de la ley. El esfuerzo y trabajo de ellos, de los que vienen de abajo, les justifica un margen de tolerancia, distinto, diferente al del común de los ciudadanos. En el fondo es un argumento de clase en el cual existe una clase con privilegios, la de aquellos que vienen de abajo, que por su origen no tienen que respetar las normas válidas para el resto de los mexicanos.

Si el asunto de fondo no fuera nauseabundo podría uno entretenerse en los detalles de la visión del mundo del señor Marín, como por ejemplo su imposibilidad de referirse a la periodista Cacho sin caer en una profunda misoginia. Pero detrás de esta nauseabunda historia de corrupción, de abuso de poder, de infamia, está otra historia aún peor: una red de pederastas que podrían estar operando en varios países. Eso es lo que el "gober precioso" trató de solapar. Independientemente de las responsabilidades jurídicas de su protegido, que sólo un juez podrá establecer, independientemente de si a Lydia Cacho se le puede fincar alguna de las aberraciones que se desprenden de la inserción de la calumnia y la difamación como delitos, independientemente de todo eso, el motivo de fondo es un horror. ¿Quién puede oponerse a la investigación?

Y por allí pasamos a la segunda truculencia. ¿Cómo pudo el priismo dudar en su condena al gobernador? Tan sencillo que era decir lo que tuvieron que decir al final: que se investigue. ¿Cómo pudieron desde la Cámara caer en la versión de que se conspira en contra de su partido? Pareciera que no han entendido el país que pretenden gobernar de nuevo. La reacción priista fue de una solidaridad por principio, por ser Marín un colega de partido, en lugar de ver el oprobio de que se trataba. Claro que el caso seguramente tendrá un impacto electoral pero, ¿qué va primero, acaso defender las estolideces, las violaciones a la ley del gobernador y las potenciales de su amigo y con ello obstaculizar la investigación sobre pederastia, todo por solidaridad priista, o aplicar la ley? ¿Cuál es el orden del razonamiento? El espectáculo fue vergonzoso. El caso Marín, pero sobre todo las denigrantes reacciones priistas le pueden ahora sí costar el tercer lugar a ese partido. ¿Quién puede defenderlo?

La incapacidad del PRI para definir un rumbo mínimo de dignidad es quizá el rasgo predominante de la campaña. Oportunidades las ha habido y varias, no deseadas pero varias: la ruptura con la maestra Gordillo, el hediondo caso Montiel y ahora las mazmorras poblanas. Si el PRI hubiera sabido definirse frente a estos tres casos su panorama sería distinto. Ahora han quedado como cómplices. Marín así no pude gobernar, que pida licencia.

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