lunes, febrero 20, 2006

LOS CIRCUNLOQUIOS DEL OPROBIO

Por esús Silva-Herzog Márquez

Las palabras emergen de su boca como carraspera. Una tosecilla, un murmullo sin sentido, un susurro fastidioso. El gobernador de Puebla habla -es un decir- y no acierta a reaccionar, ya no digamos con seriedad, sino con una mínima coherencia. El político da tumbos con la boca. No es capaz de trazar una estrategia para contener el golpe y evitar la profundización de los daños. El sí se vuelve no, el no quién sabe y el tal vez se transforma en no me importa. Lo primero es invocar la dignidad del cargo. El gobernante de Puebla no se rebaja a contestar rumores. "Yo no leo chismes. Tengo cosas más importantes que hacer". Eso sí, el enemigo de la frivolidad se empeña en cuidar a sus paisanos para que no pierdan el tiempo con esos chismes: la edición de La Jornada desapareció prudentemente de los puestos de periódico la mañana del martes 14 de febrero. El gobernador no pudo mantener mucho tiempo su intento de ignorar lo que las grabaciones telefónicas exhibían. Abuso de poder, corrupción, vileza y saña. Tras la descalificación del chisme, el gobernador decidió confrontar a los medios. El resultado fue desastroso para su causa. Por supuesto que no soy yo el de la voz. No soy el de las grabaciones. Los poblanos me conocen. Me han electo dos veces. Debe ser uno de esos imitadores que aparecen en la televisión. ¿No han visto a los cómicos de La Parodia? Jajá. Las grabaciones, asiente en un momento, son terribles, indignantes; pero son falsas. Bueno, sí. Podría ser mi voz la que se transmite. Claro que puedo ser yo. Pero la grabación fue alterada. Todos sabemos que la tecnología permite hacer esas cosas. Se editan trozos de una conversación y se hace que cualquier persona diga lo que el editor quiera. No, no es mi voz. La prensa me indujo a decir lo que dije. En realidad nunca dije que podría ser mi voz. No. Fueron los periodistas los que me tendieron una trampa. Pero incluso, en el caso de que las grabaciones fueran auténticas, no encuentro nada objetable en la conversación. No cometí ningún delito. Circunloquios de la desvergüenza; rodeos alrededor de lo indefendible.

Tras la fallida apelación a los medios, Marín tomó la ruta populista. El PRI a la calle para defender a su gobernador. Pancartas de apoyo incondicional y un argumento conocido: el pueblo eligió al gobernador; sólo el pueblo podrá destituirlo. El libreto no es muy imaginativo: se trata de una maquinación electoral para perjudicar a su partido; los periodistas son verdugos que impiden la defensa de los infamados; un hijo del pueblo es crucificado por la ambición de los poderosos. Ires y venires de un político incapaz de refutar cargos de extrema gravedad. El escándalo es una trivialidad de murmuradores; los cargos son gravísimos, pero falsos; la grabación es embustera; los cargos pueden ser ciertos, pero el pueblo está conmigo y lo demás me importa un bledo. Rodeos de una política sin razones.

La incapacidad de esgrimir una defensa razonablemente coherente no es sólo un problema del gobernador exhibido. Se trata, sobre todo, de los aprietos de un partido que no puede levantar la vista ante la multiplicación de sus escándalos y que ha quedado atrapado en el nudo de sus intereses. El primer impulso del candidato priista a la Presidencia fue negar los hechos que implicaban a su compañero. No creo nada, dijo de inmediato. Después esquivó cualquier valoración sobre la conducta del gobernador priista y de inmediato se refugió en la teoría del complot. El escándalo era un intento por golpear su campaña y apuntó el dedo al presidente de la República. En ningún momento Madrazo se ha pronunciado con claridad sobre la inadmisible conducta del gobernador priista. De la misma manera se han comportado el resto de los dirigentes del PRI. El presidente nacional no ha dicho una palabra. Los senadores de ese partido detuvieron la iniciativa para solicitar la intervención de la Suprema Corte de Justicia. La cabeza de la diputación priista, después de señalar que las cintas eran un "chismito", encontró en la denuncia de un funcionario federal la mejor manera para evadir una definición sobre el caso. Los priistas siguen en esa órbita del rodeo, los ambages y las vaguedades. Compromiso etéreo con el Estado de derecho y la legalidad. Discursos en honor de la libertad de expresión pero una conducta que muestra timidez, si no es que complicidad con las mayores aberraciones. Hace unos meses estuvieron de lado de Montiel; esta semana, a pesar de las barrocas inflexiones de su discurso, han respaldado a Marín. Dentro de unos días, el PRI tratará de deslindarse del poblano como lo hizo con el mexiquense. Demasiado tarde.

El escándalo no es una anécdota de política local. Es otro caso que muestra las hondas debilidades del PRI y el error estratégico de su candidato presidencial. El corazón del plan madracista era la preservación de la unidad a toda costa. Nadie derrotaría en el 2006 a un PRI unido. Ésa era su divisa. Por ello se empeñó en un entendimiento con los poderes reales dentro del PRI para mantener esa unidad amenazada. Por ello también evitó tercamente la definición de su partido frente a los grandes asuntos del país. Cualquier decisión podría poner en riesgo la amada cohesión interna. Apostó en consecuencia a una alianza con los sectores más retrógrados de su partido. Hasta hace unos días, Marín era uno de los héroes de la fortaleza electoral priista. Hoy queda al descubierto la pobreza de aquel diseño. Es cierto que el PRI se ha mantenido básicamente unido. Ha sufrido pocas bajas, se ha reconciliado con algunos disidentes, pero va camino al desastre. El fetiche de la unidad se ha transformado en tatuaje de corrupción.

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