SELENE RÍOS ANDRACA
SELENE RIOS ANDRACA
Un periodista siempre debe desconfiar, ver más allá; que Mario Marín alimentó a mil pobres… preguntarse ¿por qué no a dos mil?, ¿quién los escogió?, ¿por qué de esa zona y no otra? Las cosas buenas ya las reportará un boletín, decir: “si todos vamos a llevar la nota de Marín, ¿qué tengo que hacer para que la mía no se parezca a las demás?”. Se debe trabajar sin mentir, sin inflar datos, con los datos que uno tiene.
En política hasta los personajes son cíclicos, las traiciones, todo sigue un curso histórico. Entonces entras en una especie de automatización: “este wey va a declarar así”, “esto será así”. Por eso, no es bueno permanecer demasiado tiempo en un medio, porque te envicias.
En política hasta los personajes son cíclicos, las traiciones, todo sigue un curso histórico. Entonces entras en una especie de automatización: “este wey va a declarar así”, “esto será así”. Por eso, no es bueno permanecer demasiado tiempo en un medio, porque te envicias.
Si estoy al menos tres años más en Cambio, Rueda va a ser don Enrique Montero y yo, voy a ser su Gaby Cruz, los dos vamos a estar viejos y mentándonos la madre en el periódico. Tampoco digo que me voy a ir la próxima semana, pero en algún momento tendré que circular.
Que un funcionario te haga correr tras él es una grosería, aunque es peor que los reporteros lo permitamos. Yo ya tengo mi técnica para que no lo hagan, y si corren, yo grito: “¡Te estoy hablando, párate y dime que no vas a hablar conmigo pero no te vayas, que no soy tu chiste!”. Eso cuando no estoy enojada.
Después de entrevistar a Cuauhtémoc Cárdenas dije “yo puedo entrevistar a cualquiera”. En Guerrero naces perredista y mueres perredista. Yo tenía seis años cuando fui con mi papá a votar por él, entonces al verlo a mis 20 años se me caían los calzones —él acababa de renunciar al PRD—. Él preguntó: “¿En qué te puedo servir?”, no pude contestarle, me apagó la grabadora: “relájate, ¿qué te pasa?”. Lo primero que dije fue: “¿Por qué renunció al PRD? No, no se lo estoy preguntando como reportera”, platicamos y después lo entrevisté.
Me llevo bien con muchos funcionarios, pero ellos saben que si tengo información de ellos, la voy a publicar. Si se equivocan, lo que yo les puedo ofrecer es su derecho de réplica, pero van a salir las pruebas, y si los tengo que destruir, lo voy a hacer.
Es gratificante haber contribuido a llevar un caso (Juárez Acevedo) al extremo de una destitución por unanimidad en el Congreso, y que sea hoy tema de todos los medios. No me adjudico yo sola esa cabeza, la cortamos entre varios, tampoco me siento ni mejor ni peor periodista pero, sí me da gusto que el periodismo tenga otro peso en Puebla.
Me veo haciendo periodismo hasta que tenga ochenta años, si es que los vivo.
En Cambio me siento con mi familia, en una fortaleza enorme. Adoro a mucha de la gente que está ahí, les echo mucho desmadre todo el tiempo y ellos me molestan también. Es como un salón de clases enorme.
No tengo ídolos en el periodismo, tengo amores periodísticos que son Mario Alberto Mejía, Zeus Munive y Arturo Rueda, y a los tres les conozco sus debilidades y errores, reconozco y admiro sus virtudes. Mario, como persona es un tipazo, somos amigos, nos hemos mentado la madre como jefe-subordinada. Sin Zeus Munive no le hubiera agarrado sabor a mi trabajo: “tu fuente no es política, tienes un mundo para reportear, no te ciegues”, con Arturo Rueda —con quien no tenía la mejor relación— también me ha ayudado mucho, muchísimo, más de lo que esperaba. No diré que es brillante, porque le encanta que lo alaben.
He perdido mi calidad de reportera, entre ocasiones por sentirme derrotada ante mi propio trabajo. La primera vez fue el fracaso electoral de Andrés Manuel López Obrador; la segunda, cuando la Suprema Corte de Justicia decidió tumbar la investigación en contra de Mario Marín; y la tercera ocasión fue con el caso del cura pederasta, Nicolás Aguilar Rivera: él perdido en algún lugar del mundo, tal vez atacando a menores y, su protector, Norberto Rivera en la cúpula de la élite católica.
Todavía me falta aprender muchas cosas, por ejemplo, a hacer mejores crónicas —es un género que todavía no domino—.
Trabajar en El País sería mi máximo, sin embargo, no soy de esas mujeres que se obsesionan con el futuro y la mentalidad positiva de: “¡lo voy a lograr!”. Pienso que las decisiones van cambiando el rumbo de la vida todos los días y, quién sabe, quizá algún día decida subirme a un avión con destino a España y allá haga algo. Tal vez no en El País pero, estaría ya muy cerca.
Ser el único medio crítico en el momento del escándalo de Marín nos generó muchas críticas: “ustedes pegan por pegar”, “ya se los mandó a decir Doger”. ¡No, señor!, estábamos haciendo periodismo. Si los demás fueron incapaces de ver todos actos de corrupción que había, y que hay —porque no sólo es Marín, es Javier García Ramírez, es el Congreso sometido… hay tanto que abarcar—, no era nuestro problema. Me parece que esas críticas tienen que ver más con sus incapacidades que con lo que hemos estado haciendo.
Me habló Zeus a principios de enero del 2004, yo estaba en Chilpancingo, “vente a Puebla, ya tienes trabajo”, le dije: “sí, pero vamos dos”, él me contestó: “órale, ahí se dividen el sueldo, ese es su problema”, así entramos Edmundo y yo a Cambio.
Rodolfo Ruiz y Blanca Patricia Galindo me enseñaron a escribir desde mi nombre —cómo firmar— hasta cómo hacer párrafo por párrafo, y al fin una nota. Ninguno de mis jefes ha sufrido tanto como ellos, yo era realmente una papa.
Desde que inicié en el periodismo tuve a mucha gente apoyándome: Martín Hernández, Ignacio Juárez —ambos académicos—, Zeus, es el periodista de la calle, y Mario Alberto que me decía cómo escribirlo. Espero que se refleje en mi trabajo y que no digan “maldita Selene, nos estás quemando”.
Julio Scherer es para mí el padre del periodismo en México: me encanta leerlo, además no se hace el impoluto diciendo: “fui ajeno a las delicias del poder” cuando fue director de El Excélsior. En lugar de aprovechar sus contactos en el poder para ir a las grandes comidas y dejar que lo alabaran, usó sus relaciones para entrevistar a todos los presidentes de Latinoamérica en plena Guerra Fría. Eso es algo que hace cualquier reportero; aprovecha una amistad, no para que le dé algo material o económico, si no para que te facilite contactos, encuentros, charlas, ese tipo de detalles que tanto abonan al periodismo.
Mucha gente me dice: “tú te vales madre y te vale madre todo” y hasta cierto punto hay cosas que yo sé que no me van a pasar, por ejemplo, sé que no me van a matar. Tal vez estoy equivocada y un día de estos me agarran y me parten el hocico…pero, hay riesgos que valen la pena correr por el periodismo.
1 comentario:
Queridisima yo lo unico que te voy a comentar, es que Mario Marin paga de primera los sexo servicios, y si eso es poco para ti, la tiene de 17cm el cabron enano
Muac
Publicar un comentario