jueves, octubre 05, 2006

FREAKS

Un clásico de lo grotesco
Zeus Munive

zeusmunive@yahoo.com.mx


Al Pueblo carretonero


P R E S E N T E


Palabras como: “¡Ya no hay nada que escuchar. Son chingaderas! ¡Ahora resulta que todo es color de rosa! ¡Me lleva la chingada!”, se pueden oír en cualquier café del centro de la ciudad.

Ayer por ejemplo, un amigo se quejaba amargamente por la desaparición de “La Quintacolumna” radiofónica.

—¿De veras, hermano, que el precioso compró el espacio?
—Pues según la propia gente del gobierno, así fue.
—¿Sabes qué es lo peor, mano? Que esa ya no se la va a acabar. Marín ya le dio sus pinches coscorrones a Lydia Cacho. Ya le dio sus pinches coscorrones a ustedes y ahora quiere poner otro Sicom, pero de música tropical. ¿De qué se trata?, de veras hermanito, ¿de qué se trata? ¿Por qué jugar así de sucio?, ¿qué quiere?, ¿un Estado totalitario, acaso? Pero si le falta el nivel hasta para eso, mano, le falta nivel.

A veces, el pueblo carretonero es más sabio que los políticos de la elite o por lo menos de la elite marinista.

Y a colación con todo esto que está pasando bien vale un texto de Raymundo Riva Palacio que publicó en su libro La Prensa de Los Jardines: “La desinformación es un fenómeno inherente a la lucha por el poder. Se desinforma para moldear a la opinión pública y extender así las fronteras del dominio político. Es decir, la desinformación es el ejercicio de la mentira: se engaña para mantener el poder, llegar a él o querer más. De lo anterior se desprende que la verdad nunca se ha llevado con la política”.

Y el marinismo es un claro ejemplo de ello.

Si existe alguien que quiera refutar la idea anterior vale la pena retomar el “sí es mi voz, pero no es mi voz, pero finalmente sí es mi voz, pero bueno, es mi voz pero truqueada, pero bueno sí la voz sí es la voz, pero es mi voz”.

Recuerden que el propio Marín dijo que le pusieron un acento así como de costeño cuando presentó el estudio del tal (Howard E.) Mattern, que ante la imagen pública valió idem. ¿Eso no es una mentira, acaso?

Ahora, tanto las frecuencias AM y FM se convirtieron en un monólogo gubernamental en donde “todo está muy bien”. En donde ya no son necesarios los infomerciales del Gobierno del estado porque todo está de hueva.

Prendes la radio y escuchas la voz cascada de Enrique Montero Ponce y a Gaby Cruz diciendo: “Sí, señor Montero”.

—Eso (cof, cof) no se vale —dice Montero.
—No, señor Montero, no se vale — responde Gaby Cruz con su vocecita.

O las anécdotas pasadas por agua de Fernando Canales.

En fin, de hueva.

No se trata de decir que el programa radiofónico “La Quintacolumna” sea el nom plus ultra de la información local, no. A lo mejor tuvo sus yerros y sus excesos, pero de algo sí se es claro, era el único programa en la radio —en la historia de Puebla— en la que no se escondía nada, pues hasta sus conductores eran criticados por su público que de pronto se volvió muy severo.

No había día en que los radioescuchas no censuraran a los titulares del programa. No había día en que no despedazaran al invitado, o que criticaran la entrevista. Las llamadas telefónicas hacían el programa de radio.

Eran, en muchísimas ocasiones, la principal fuente de información. Haberse escuchado eso antes en Puebla, jamás.

Por otro lado, el binomio Mario Alberto Mejía-Arturo Rueda fue un fenómeno avasallador. Rueda tenía sus fanes. Mario tenía otros, y ambos se llegaron a partir lamadre entre ironías y acusaciones mutuas. Eso era algo fenomenal. Rompía los guiones escritos, las reglas del buen comportamiento, transgredía todo.

Era un espacio en el que no se ocultó nada.

Se criticó a todos: al gobernador, a su secretario de Gobernación, al PRI, al PAN, al PRD. No se le podía tachar de priistas ni de panistas, ni de rojos a sus conductores porque a veces defendían o denostaban a los mencionados. Eso sí, era un programa duro, fuerte; incluso, hasta pasado de lanza, pero con inteligencia, algo de lo cual carecen nuestras autoridades estatales.

Fue el primer programa radiofónico en Puebla en el que se habló del caso Lydia Cacho, pues aquel 14 de febrero se leyó la nota publicada en La Jornada. Ningún medio se atrevió a hablar ese día por la mañana.En “La Quintacolumna” se escucharon las grabaciones en las que el gobernador festejaba con su ex amigo Kamel Nacif la detención de la periodista. Fue el único programa en el que nos enteramos que un funcionario del sexenio compró un departamento en las playas de Acapulco.

Fue un fenómeno brutal. Las amas de casa, los taxistas, los franeleros, los luchadores, los políticos, los periodistas, los doctores, las enfermeras, los fayuqueros, los empresarios, entre otros, participaron en ese ambiente carretonero, cahuamero y mala madre.

Era el ring de la arena Puebla, en el que a todos, sin excepción, se les mentaba la madre como forma de reconocimiento.

Eran rudos contra rudos.

Era el famoso llano de las prepas o las secundarias en el que se enfrentaban con todo tanto invitados como radioescuchas: los chacos, las cadenas, los varazos, los piquetes de ojos, salían a relucir todas las mañanas.

Creo que eso era lo más valioso del programa: lo desenfadado del respetable y sus dos conductores, pero ese espacio fue acallado por una mano marinista, y confirmado por el propio gobernador al acusar a los conductores de actuar por consigna y perseguirlo.

¿Cómo imaginar a Mejía y a Rueda con sus dos grabadoras de reportero correteando Marín por toda Casa Aguayo? Ellos con una carcajada fúnebre como de película de terror de Vincent Price y el gobernador suplicando como el personaje “El Tuerto” en “Nosotros Los Pobres”: “¡Ya no me pegues, Pepe!, ¡ya no me pegues!”.

Marín cumplió su cometido: censurar.

La radio poblana regresa a su actitud provinciana y chalupera.

Los políticos pueden dormir tranquilos; pueden ir a colocar sus enormes y pestilentes traseros a los cafés y restaurantes de moda; a seguir entre el cochupo y la miseria, porque en la radio ya nadie les dirá nada.

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