NACIF, REYES Y PAPITOS
Miguel Ángel Granados Chapa
El tratamiento, al mismo tiempo meloso y vulgar, que se dispensan el empresario que acusó de difamación a Lydia Cacho, y políticos de presencia notable, como el gobernador de Veracruz y el coordinador de los diputados priistas, esconde un ejercicio venal del poder
En noviembre de 2000 le fue negada visa norteamericana a Kamel Nacif. Se le aplicó la regla que obliga a los funcionarios consulares de Estados Unidos a rehusar ese documento a toda persona de quien se "tenga evidencia para creer que se ha visto involucrada en el tráfico ilícito de sustancias controladas, que ha facilitado o contribuido con otras personas en el tráfico ilícito de drogas controladas".
Es presumible que esa decisión del gobierno estadounidense se basara en información policiaca (de inteligencia prefieren llamarla algunos), obtenida de fuentes propias o conocida por cooperación con autoridades mexicanas. Es probable que desde entonces el textilero que vive no en Puebla de los Ángeles como ingenuamente creíamos sino en "pueblo de los demonios" como hemos oído que él mismo llama a esa ciudad, esté sujeto a un seguimiento ministerial o policiaco que incluye registrar sus llamadas telefónicas. De ese mecanismo habrían surgido las grabaciones de la célebre conversación entre Nacif y su "góber precioso", como llama a Mario Marín, que todavía lo es de Puebla, y otras, todas captadas en diciembre pasado, durante el intento por intimidar, encarcelar, vejar o algo más a la periodista Lydia Cacho. Puede, por lo tanto, que tengan un origen semejante las grabaciones dadas a conocer ayer por Reforma (así como por Televisa y XEW y El Universal) en que el propio Nacif aparece hablando con su amigo y protegido, el procesado por delitos sexuales Jean Succar Kuri, y con dos eminentes políticos, Fidel Herrera y Emilio Gamboa.
La conversación con estos últimos, senadores a la sazón de ser grabados, probablemente ocurrió en el primer bimestre de 2004. Lo suponemos por dos razones. Una es que Herrera se aprestaba a buscar la candidatura priista al gobierno de Veracruz. Necesitaba "moverse directamente" con Nacif, según le explica al propio industrial, porque "ya necesito verte". Se aproximaba el lance interno en el PRI y, con base en nexos previos, indicados por la referencia a un episodio protagonizado por "hijos de la chingada" en Monterrey, según expresión del textilero, y resuelto con éxito para él: "bien, bien", según la aprobación del senador veracruzano, éste procuraba a Nacif. El motivo de que lo buscara quizá fue explicado por el productor de pantalones a su hija, según otra de las grabaciones difundidas ayer: Al contarle que hablaba con los senadores, Nacif dice que lo "buscan todos para ver de a cómo le caigo". Nacif ha actuado como un típico financiero de campañas políticas, que le son retribuidas de algún modo, ya sea mediante contratos gubernamentales con algunas de sus empresas (como Proenermex, que genera electricidad), ya obteniendo recursos fiscales para instalar fábricas que cierran no sin que antes su propietario obtenga tales estímulos monetarios; ya sea, en fin, haciendo que el aparato público funcione o se detenga según sus necesidades.
A un acto de esta última naturaleza parece corresponder la conversación entre Gamboa y Nacif. Es un intercambio de vulgaridades afectuosas, de tratamientos melosos como el que conocimos entre Nacif y el todavía gobernador de Puebla (que por cierto ayer mismo buscó reposicionarse ante la opinión pública pagando la inserción en alguna prensa de una fotografía suya con el presidente electo Felipe Calderón, no en una conversación a solas sino en un momento de la salutación de los miembros de la Conferencia Nacional de Gobernadores al panista). En este caso es Gamboa quien inicia el flirteo: "Papito, ¿dónde andas, cabrón?", a lo que Nacif responde: "Pues aquí estoy en el pinche pueblo de los demonios, papá".
Gamboa parece querer más información, no de su paradero físico, sino de sus negocios, e insiste: "¿dónde andas, mi rey? Porque hablo todo el día bien de ti, pero te pierdes, hijo de la chingada". Ayer en la mañana, al ser preguntado sobre esa plática, amén de mostrar su irritación por la difusión de intercepciones telefónicas y de atribuirles un sentido político del que después nos ocuparemos, negó ser amigo de Nacif. Pero el tono lo desmiente. Y lo desmiente asimismo la breve conversación de negocios que sostienen. El senador le informa que está en curso ("vamos a sacar" dice) "la reforma del Hipódromo, cabrón, ya no del juego, sino del Hipódromo", asegura subrayando estas dos palabras últimas, para señalar su carácter excepcional. Pero la noticia no es del agrado de Nacif que al principio no entiende que se trata de "hacer juego allí, cabrón", según la cuasiexplicación de Gamboa. Pero no le conviene esa modalidad a Nacif, por razones ignoradas, quizá porque ya controla apuestas en carreras hípicas y no quiere competencia. El hecho es que protesta y pide: "¡No la chingues!" La observación es recogida al instante por Gamboa, que se cuadra: "Entonces, lo que tú digas, cabrón... Por ahí vamos, cabrón". Con precisión y elegancia Nacif determina: "Dale p'atrás, papá". Y Gamboa acepta: "Pues entonces va p'atrás; esa chingadera no pasa en el Senado".Decirlo así tal vez implica "cuando llegue al Senado".
Pues en la Cámara de Diputados la fracción priista (y quizá por eso Gamboa decía, en plural, "vamos a sacar la reforma", no necesariamente en el Senado en ese momento) preparaba una ley de juegos y sorteos que sustituya a la obsoleta de hace 60 años, y que yace en la congeladora. Esa "chingadera" no sólo no pasó "en el Senado", sino ni siquiera llegó allí. De modo que los intereses de Nacif no fueron afectados.
ESTA NOTA PUEDES ENCONTRARLA EN:
http://www.reforma.com/editoriales/nacional/686820/default.shtm
Fecha de publicación: 13-Sep-2006
No hay comentarios.:
Publicar un comentario