KAMEL Y LOS PERIODISTAS
Jorge Zepeda Patterson
El Universal 17 de septiembre de 2006
Un corresponsal extranjero me comentó que luego de escuchar la grabación de las conversaciones entre Kamel Nacif y Emilio Gamboa, estaba convencido de que la carrera política de éste había concluido. "Tendrá que renunciar, ¿no? Es imposible que conserve su puesto luego de hacerse público que puso al Senado al servicio de un mafioso como Kamel", dijo el periodista europeo. "En cualquier país democrático tendría que renunciar cualquier funcionario con una conversación como esa", concluyó.
Justamente, el caso Gamboa refleja cuán distante se encuentra México de convertirse en un país democrático. El ahora coordinador de los diputados priístas no sólo no renunció, sino que fue defendido a capa y espada por casi toda la clase política. No hubo diputado o senador del PRI o el PAN que defendiera el honor o el oficio de los legisladores tan descaradamente traicionados por Gamboa. Por el contrario, estaban indignados por la intromisión de la opinión pública en "sus asuntos", como si la generación de leyes fuera patrimonio de ellos y no incumbiera a la sociedad. La clase política ha terminado por creer que la "cosa pública" es la Cosa Nostra, en la mejor tradición mafiosa.
¿Cómo entender si no, la actitud de Carlos Abascal, el secretario de Gobernación? Aquel que encabezó una cruzada para despedir a una maestra que recomendó la lectura de la novela Aura, de Carlos Fuentes, ahora se puso a defender a protectores de pederastas. La misma noticia que el martes dio a conocer la conversación de Kamel con Gamboa, difundió también el diálogo de Kamel con Succar Kuri en el que se solazan ambos sobre el sexo que tendrán con niñas. La primera conversación remite a delitos vinculados al tráfico de influencias y cohecho (detener una ley de juego en el hipódromo), la segunda remite a delitos de tráfico y explotación comercial sexual infantil (comprar niñas y hacerlas traer de Estados Unidos y Centroamérica).
Carlos Abascal prometió una investigación en el acto. sobre los autores de la grabación ilegal, pero nada sobre el contenido. Por el contrario, respaldó a Emilio Gamboa. Igual cosa hizo Rubén Aguilar a nombre del Presidente. Ambos, como el mismo Gamboa, se rasgaron las vestiduras, indignados por el hecho de que los políticos sean grabados cuando conversan inmundicias. Pero nada sobre éstas. El problema de fondo es que las llamadas revelan delitos en contra de la sociedad que los funcionarios prometieron servir.
Curiosamente también la mayor parte de los periodistas y analistas pusieron atención a las grabaciones, pero no al contenido. Analistas de izquierda y de derecha se hacían ascuas sobre "el propósito" de filtrar tales grabaciones en este momento político. Algunos opinaban que beneficiaba al PAN porque facilitaba la negociación con el PRI de Gamboa, que al verse debilitado "vendería su amor" más barato. Por el contrario, decían otros, perjudicaba al PAN y a Calderón porque deslegitimaba su vínculo con el PRI y los hacía ver como oportunistas. Otros ponían énfasis en el PRD y López Obrador. Según esta versión, las grabaciones favorecen a AMLO porque dañan moralmente al PRI y al PAN. Sin embargo, otros argumentaban haciendo ver que en vísperas de la convención de este sábado, cualquier escándalo quitaba reflectores y dañaba la causa del PRD.
Esta ceguera que en ocasiones acusamos los periodistas para observar lo que es importante para la comunidad, tiene que ver con dos vicios fuertemente arraigados. Por un lado, el exceso de malas noticias, infamias y pecados públicos que pasan ante nuestros ojos, nos han hecho insensibles para percibir daños adicionales. Una suerte de cinismo ha terminado por inhabilitar nuestra capacidad de indignación.
Durante mucho tiempo los periodistas hemos sido una especie de "subclase" de la clase política. Reporteros y columnistas escriben "de" y "para" los políticos, comunicando a una parte de la élite consigo misma. En lugar de constituir un puente entre lo público y lo privado, la prensa ha fungido más bien como un espacio de encuentro de la clase política en su conjunto. Por eso es que las llamadas entre Kamel y Gamboa desencadenaron tantas especulaciones políticas, sin poner atención a lo central: en qué medida revela el daño que se causa a la sociedad. Una pobre defensa de los intereses de la comunidad que, en teoría, la prensa debería representar.
Las grabaciones muestran un panorama aterrador, y se trata apenas de la punta del iceberg. Kamel revela que tiene en su nómina de favores y subsidios a cuatro gobernadores: Pablo Salazar, en Chiapas; Fidel Herrera, en Veracruz; Mario Marín, en Puebla; y Joaquín Hendricks en Quintana Roo (hasta hace dos años). Sus conversaciones con Gamboa revelan el peso que puede tener en el Poder Legislativo y el espaldarazo del presidente Fox (quien nunca ha hecho mención al caso de Kamel) es revelador. En realidad pocos se salvan del alcance de esta mafia. Federico Arreola, coordinador de financiamiento de la campaña de López Obrador, ha dicho que se reunió dos veces con Kamel antes de las elecciones.
En esta semana la Suprema Corte fallará en contra de Lydia Cacho y a favor de Mario Marín, con el pretexto de que son ilegales las grabaciones del góber precioso en las que éste acepta que vendió la justicia a Kamel. Los ministros desestimaron todas las demás pruebas que la periodista aportó para demostrar el contubernio y su aprehensión ilegal. La próxima vez que las autoridades hablen del respeto a las "sacrosantas" instituciones habrá que recordar a los personajes ocultos y todopoderosos que se encuentren detrás de ellas. Aunque los políticos y periodistas intenten olvidarlo.
www.jorgezepeda.net
Economista y sociólogo
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