EL PRECIO DE LA INFAMIA
Por Modesto Suárez
Si algún prestigio u honor tuviera por su investidura el gobernador de Puebla, Mario Marín, los ha perdido y con ellos toda credibilidad.
Sin duda alguna, la frase más repetida del intercambio verbal sostenido entre Kamel Nacif Borge y el gobernador del estado de Puebla, Mario Marín, dada a conocer la semana pasada por el diario La Jornada y reproducida por numerosos medios de difusión, ha sido "Mi góber precioso", palabras con las que el primero responde al saludo del segundo al iniciar su plática telefónica.
La frase ha resultado llamativa porque refleja una confianza extrema entre el más alto gobernante de esa entidad y el poderoso empresario conocido popularmente como "El rey de la mezclilla". Llamarle "góber" y aceptar que le llamen así nos habla de una relación muy cercana entre esas dos personas. En igual sentido apunta la palabra "precioso", la más grotesca de la frase, para referirse a alguien en ese cargo de autoridad. La confianza denotada aquí es absoluta, resultado de un trato frecuente y de, como se desprende de la grabación, una amistad cómplice.
Precioso, derivado del latín premium, significa valioso, ingenioso, bello. Su sentido es positivo como también lo es su asociación con las palabras estimación, fama, honra, prestigio, prosperidad y valor. El vocablo precioso está asociado asimismo con precio y apreciable, palabras relativas al valor que alguien o algo tiene. Son significados socialmente relevantes. La honra, la fama y el prestigio son fundamentales en el ejercicio de un cargo público y muy especialmente en uno de elección popular, como lo es el del gobernador del estado de Puebla. Sin fama, sin honra y sin prestigio el funcionario carece de credibilidad y, por ende, de autoridad moral.
El intercambio verbal en cuestión es una vergüenza para la política poblana y para la política mexicana. Es de una bajeza tal que reduce a nada la investidura del gobernante aludido y, algo todavía más grave, da constancia de una persecución en contra de la periodista Lydia Cacho por haber denunciado, en la obra Los demonios del edén, la existencia de una red de poderosos pederastas, de la cual -de acuerdo con la propia Cacho- Kamel Nacif es presuntamente uno de sus integrantes.
Si en nuestro país no reinara la impunidad de los poderosos, pues difícilmente se les aplican las leyes penales cuando quebrantan el orden jurídico, y si el sentido de la dignidad, del honor, de la fama y del prestigio -todo esto incluido en la palabra precioso- fuera relevante en el campo de la política, el intercambio verbal antes aludido habría generado una fuerte reacción de repudio de parte de todos los sectores políticos, y en especial del Partido Revolucionario Institucional al cual pertenece el funcionario en cuestión, que hubiera aislado políticamente a este último y lo hubiera obligado a renunciar. En lugar de esto, hemos visto el triste espectáculo del aprovechamiento político de este caso, a través de la condena interesada del mismo, o la defensa torpe, impolítica, de los correligionarios del "Góber precioso".
Cada día que pasa crece más la miseria política en torno a este lamentable asunto. Ahora resulta que el mencionado empresario textil no sólo ha sido beneficiario de una "justicia expedita", en su denuncia penal en contra de la periodista Cacho, y de un trato gubernamental deferente en la operación de sus empresas, sino que, al parecer, también es beneficiario del Fobaproa y, según el dicho de la propia Cacho, benefactor de la Fundación Vamos México.
Todo esto necesita ser aclarado y resuelto para dar a nuestra política un poco de dignidad. De no hacerlo, como muy probablemente suceda, el precio -o desprecio- político a pagar por parte de quienes dejen impunes estos actos será muy alto
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